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CARTAS DE VENTURA A LUCIA

Bejucal, julio de 1960

 

Srta. Lucía González

San José

 

Mi querida novia:

Te saludo en nombre del Señor deseando que estés bien. Yo estoy bien, gracias a Dios.

Mi amor, ya me parece que entre nosotros están de más las cartas de novios; me da la impresión de que nuestro amor ya pasó esa etapa de incertidumbre o inseguridad que de por sí existe entre los novios, para llegar a la firmeza que entre los esposos debe existir. Creo que esto es así porque, si bien no nos ha unido todavía el pacto matrimonial, ya nos une la aprobación de Dios y sus promesas de ayudarnos en las luchas venideras.

Más que escribirte, quisiera que tú participarás de todo lo mío sin que yo te diga nada, e igualmente participar de tus cosas, no como tuyas, sino como nuestras. Pero como todavía tenemos que esperar algún tiempo para que esto sea así, me conformo por ahora con escribirle a mi princesa.

Tal vez te extraño que te llame “mi princesa”, porque yo no acostumbro a usar frases lindas ni elogios en mis cartas, pero es que hace un rato, revisando tus cartas, encontré una que me hizo sonreír, porque estaba dirigida al “príncipe de mis ensueños”.

Bueno, Lucía, respecto a nuestra boda te diré que todavía no le he escrito al apóstol. Yo no quiero estorbar sus propósitos en cuanto a tu viaje, pero sí quiero saber cuáles son, para obrar de acuerdo con ellos, así que es mejor que le escribas pronto contándole todo.

Si la boda se efectuara ahora, tendremos que conformarnos con lo poco que tenemos, porque a tu familia no le podemos aceptar nada, y la mía casi no la puede ofrecer, porque además de que ahora están atravesando una mala situación económica, tienen por delante la enfermedad de papá. Si la boda resulta después del viaje tal vez podremos preparar algo más.

De papá te diré que está un poco mejor, pero todavía se niega a todo, inclusive a comer y a tomar; hay que darle los alimentos por la fuerza.

En estas noches soñé con el extranjero de nuevo. Mamá lloraba mucho y me decía una poesía en que ella aparecía como la rosa y yo como la mariposa, y que era muy duro la separación. Yo le contestaba, en versos también, que si quería mantener la unión no debía retener a la mariposa, sino irse con ella. Si tengo que salir, mamá va a sufrir la separación, pero no tú, porque con la ayuda de Dios me seguirás para luchar unidos.

Bueno Lucía, contéstame rápido a aquí, y si no a Quivicán. Como estamos cerca, espero que nos veamos juntos a menudo, si no sucede como en Wajay.

Dale recuerdos a los hermanos, especialmente a Orestes. Panchita te manda recuerdos cariñosos.

Sin más ahora, sabes que quiere tu novio,

 

P.Ev. Buenaventura Luis y Pino